Lo que es la vida...

lunes, 17 de agosto de 2015




Escribo esto cuando son exactamente, y según mi reloj, la 1 y 36 minutos de la madrugada. Hace exactamente un mes que terminé de leer Al final de la calle 118 de Clara Cortés. Bueno, quedan 2 horas para que sea un mes exactamente, pero no vamos a ponernos tiquismiquis por 120 minutillos de nada.

Al final de la calle 118
Lo que hoy quería venir a confesar es que, desde que cerré esa novela y la dejé al lado de mi cabecera, el final me atormenta. Y aquí es cuando advierto, este post, contendrá spoilers.
Llevo cuatro semanas dándole vueltas al final tan… cómo decirlo… impactante de Valeria. Lleva 30 días reconcomiéndome por dentro, dejándome con ese sabor en la boca. Sabor a recuerdo. Mi cerebro tiene esa extraña (o extraordinaria) capacidad de unir por el solo dos momentos de la vida, dos cosas que no tienen nada que ver la una con la otra, pero a él le gusta ese juego. De tal modo, mi cerebro se dedica a, cuando menos te lo esperas, unir una situación a una frase, o un libro; a una canción o una película. Y hasta que no consigue que las dos neuronas que albergan sendos aspectos colisionen, y enciendan esa bombilla que tenemos sobre nuestras cabezas. Porque está ahí, creedme.

Sheldon
Gracias, cerebro

Y ahora es el punto en el que voy al grano, y por tanto, empiezan los spoilers. Antes de nada decir que no pretendo insinuar nada, ni ofender a nadie, todo lo que voy a plasmar es obra de mi mente enferma, que no puede vivir sin liarla un poco, y más si es de madrugada.

Remember Me
Bien, pongámonos en situación: son las dos de la tarde, la comida en la mesa y el televisor encendido buscando que ver cuando ¡Oh, sorpresa! En una cadena van a echar Recuérdame, esa película en la que Robert Pattinson demostraba que los vampiros pueden brillar bajo la luz de Nueva York. Así que ahí está, una Elena poseída por si misma a los 14 años, enamoradísima del guaperas chupasangre de la década. Y claro, hay que grabarla, porque es película de disfrutar en el sofá y no en una sobremesa. Y es ahora, cuando ya una Elena de 19 años más calmada, se sienta a ver una película que recuerda a la perfección, pero que le sigue encantando. Pasan los 105 minutos precedentes al final. ESE FINAL. Esa crueldad de final. Y es que en esos 5 últimos minutos el giro es tan, TAN, tan inesperado que aún recuerdo el grito que pegue en el cine, cuando la cámara se aleja, y Pattinson está en las desaparecidas Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York.


Y sabes que es ESE día, pero no quieres que sea ESE día. 

De nuevo, tú
Hasta que en una secuencia, totalmente inocente de la hermana en clase, en la pizarra lo vemos claramente: la fecha. Jueves, 11 de septiembre de 2001.

Y empiezas
No hay quien te consuele
Y finalmente al cabo de 10 minutos...
Así que, lo que hoy venía a comentar es lo efímero que es la vida, como se acaba en un segundo, en un impacto, en un momento. Te levantas de la cama un día y no eres consciente que, como el final de un libro, todo puede acabar de manera abrupta. Y es esto a lo que quiero llegar: podemos ser las personas más felices, salir del hoyo más profundo, y que la vida nos dé un revés. Es este revés, esta imprevisibilidad de la vida en terminarse la que mi cerebro unió. Y mientras le decía a mi madre como, lo cruel de esta película es que todo volvía a irle bien al protagonista, volvía a ser feliz, había solucionado sus problemas y sonreía, es en ese momento cuando su vida acaba. E irremediablemente mi bombilla se encendió por la colisión de dos neuronas, y a mi memoria vino otro final amargo: el de Valeria. Cuando Valeria está feliz, vuelve a su casa después de encontrar solución a sus problemas, es entonces, cuando todo acaba. Cuando sonríe de nuevo, llega su final abrupto.

Son dos personas atormentadas y hostiles ante los demás por todo lo que han tenido que vivir a sus cortas edades; Tyler en la película tiene 21 y 22 años (los cumple durante el film), mientras Valeria solamente tiene 17 en el libro. Toda la trama gira entorno a su historia. Conocemos lo que piensan y lo que sienten; lo que han tenido que sufrir, y como les afecta. Y la empatía que consiguen levantar es tal, que según avanzan los hechos, el espectador y lector solo suplica que el final sea bonito, que les vaya bien. Y te sientas satisfecho en el cine, das un sorbo largo al té mientras eres testigo de que todo mejora, hasta que la realidad vuelve a golpear. Este efecto de realidad es lo que convierte a ambas obras, en dos obras de una calidad insuperable. Ese realismo que te recuerda, que la vida puede acabar en mitad de una frase.

Ahora para mí Tyler y Valeria están unidos para siempre. Porque sus vidas fueron difíciles, trágicas, ambos atravesaban baches y los superaban cuando su vida acabó. Las Moiras cortaron sus hilos. Y no he podido dejar de pensar en cómo, a pesar de ser dos personajes de ficción, se puede aprender de ellos una lección:

                Da igual cuantas bolas curvas te lance la vida, sigue adelante y aprovecha tus momentos de felicidad, porque pueden ser los últimos. 

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